Estoy volviendo; me llama la encargada del edificio con esa voz de papagayo tan característica de ella -Caaaaarlooos- dice, y su acento de vieja chusma hace resonar las palabras en las gastadas y bajas paredes. Me acerco y le digo
-Buen día Alicia- pensando en los ruidos cefalorraquídeos de su hablar.
-Buen día será para usted-, responde con esa voz de zanahoria que tiene. Espera un poco para después agregar, con un sonido similar al de una bocina de Renault 12 gastada
- No pude descansar en todo el día, y ¿Sabe por qué?
-¿Por qué, doña Alicia? - Digo, pensando en su voz aristotélica.
-Por el consorcio, Carlos - Me intenta explicar, por décima vez en la semana, siempre con la misma voz de altoparlante en sí bemol.
-¿De qué se quejan ahora? - En vez de preocuparse por mis molestias, deberían preocuparse por la voz anti-reduccionista de esta vieja-voz-de-choto.
-No se sienten seguros con un hombre como vos en el edificio. - Su voz se vuelve, con el transcurrir de los segundos, más parecida a un pez espada.
-¿Qué puedo hacer para que se sientan seguros? - Esta vieja-voz-de-calandria no me puede echar. No tengo donde ir.
-No sé, Carlos. - A diferencia de la gente común, sus Os son más agudas que sus As, convirtiendo su hablar en una degradada composición de un maestro osado. -No creo que se contenten con lo poco que vos podés hacer. - Me alejo, asustado de su voz de veneno. Se calla y me mira. “¿En qué pensará? Seguro en su cabeza piensa con la misma voz escupida con la que habla. Debe tener una existencia miserable. Yo no podría vivir con esa voz de ineficacia las veinticuatro horas en mi cabeza.”
-¿Saben que si me echan puedo iniciarles un juicio? - Apelo a una argucia indeterminada.
-No sé cuán conscientes de eso son- su voz de teclado se vuelve miedosa -, pero estoy segura de que se puede llegar a algún acuerdo. - su voz de miedo suena como la voz que uno le imaginaría a una piedra, o a alguna madera bastante podrida -Vos sos una persona sensata ¿No es cierto? - Y me provoca decirle que no. Que una persona como yo no puede ser sensata. Escuchar esa voz de paralelepípedo me da ganas de decirle que un juicio es lo menos que una persona como yo puede hacer, si quisiera tomar represalias.
-Pregúntele a ellos, doña Alicia- y su voz de pedo sigue en mi mente -. Pareciera que ellos saben más que yo o que usted sobre mi condición.
-Si vos no sabés las cosas que podés llegar a hacer- Dice ahora la vieja-voz-de-pequinés-, tenemos más razones todavía para pedirte que abandones el edificio. - Lo que dice es grave, pero su voz de chatarra oxidada lo agrava más, y provoca mi furia. O sea que ella, voz-de-cenicero, también me quiere echar. Bueno. Si me quieren echar, que me echen.
-Sí. Supongo que tienen razón.- Digo, entrando a mi cuarto, juntando las dos camisas y los numerosos sombreros: lo único que poseía. -Si no quieren a una persona como yo en el edificio, no hay con qué darles. - la vieja cara-de-papa-y-voz-de-archipiélago me mira.
-Tampoco es necesario que te vayas ahora.- Dice con voz de intuición. -No es que te estamos echando.- y ahora su voz suena como un cuento de terror.
-Sí es necesario. - Digo. Me alejo de la vieja-voz-de-tergiversera y camino, lo mejor que puedo, hasta la puerta. -Hasta nunca, voz-de-verga -Le digo, y la vieja-voz-de-aparato-sexual-masculino me mira con sus dos ojos. La miro por última vez y agacho la cabeza para que no golpearme contra el bajo marco de la puerta de calle.
Afuera, ningún taxi me quiere levantar. Encima está lloviendo. Y todo por culpa de los hijos de puta del consorcio y de esa vieja-voz-de-culo.
me reí mucho.
ResponderEliminarfelicitote.
los dos somos alumnos de Tenorios, viste?