Maldición eterna a quien lea estas páginas es una novela de Manuel Puig, publicada en 1981 y ambientada en los últimos días del año 1977 y los primeros de 1978. Fiel al estilo de Puig, el narrador es muy débil, casi inexistente. Lo único que hace es presentarnos a dos personas hablando, durante casi toda la novela: este narrador particular nos pone casi directamente frente a los personajes. No hace acotaciones, no dice nada. La única participación activa es la de dividir la novela en dos partes de casi idéntica duración que no tienen más nombre que "primera parte" y "segunda parte", a la vez que la de poner las reglamentarias líneas de diálogo cada vez que cambia el personaje que habla y puntos suspensivos cada vez que la persona que se espera que responda no lo hace, quedándose en silencio. Hacia el final, en el último capítulo, el narrador transcribe, sin hacer ninguna acotación ni explicación, algunas cartas que dan una conclusión a la novela. Lo que me llamó mucho la atención no encontrar, y que está muy presente en el resto de la obra de Puig, son las aluciones al mundo del Pop Art, de Holywood, sus galanes y sus vedettes, al mundo de las amas de casa pueblerinas de primera mitad del siglo XX y los personajes intencionalmente estereotipados del hombre, macho, trabajador, seductor y violento; la mujer ingenua, soñadora, que se ocupa de la casa y vive para servirle al marido; el niño inteligente, apasionado, ignorante, homosexual. En cierto sentido, puede trazarse una relación clara entre Maldición eterna a quien lea estas páginas y El beso de la mujer araña, sobre todo por su carácter explícitamente político y alusivo a la represión estatal, pero creo que la trama de El beso... es mucho más interesante y atrapante, (descontando su carácter experimental, con las notas al pie, postulando hipótesis y haciendo referencia a teorías científicas sobre la homosexualidad, que la convierten en una novela más versátil, mucho más interesante aún), mientras que la de esta novela es un poco más simple, sin perder, por ello, su complejidad.
Es cierto que la trama no es difícil de reponer, pero tambien es cierto que deja muchas incógnitas sin respuesta (sea esto positivo o no). Hay capítulos enteros en los que solamente uno de los personajes habla y frente a eso, sólo se leen los inexpresivos puntos suspensivos que no explicitan si el otro personaje está efectivamente en la habitación o si el primero está alucinando, o soñando, o qué; hay ocasiones en las que uno de los personajes se asusta, empieza a actuar de un modo que, al no haber explicaciones por parte de un narrador convencional, no se entiende si es justificado o si simplemente se volvió loco; hay un capítulo entero, solamente uno, que parece extraído de otra novela. En ese capítulo, en el que se mantiene el aspecto formal del diálogo, pero nuevamente sin ninguna explicación, nos encontramos frente a dos personajes que, si bien son similares a los que venían conversando en los capítulos anteriores, están en otro contexto histórico, geográfico y político. Al terminar este capítulo, se vuelve a la "normalidad", los personajes vuelven a ser los mismos y sus situaciones también, como si no hubiese pasado nada.