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Además me gustaría aclarar que toda la producción publicada en este blog no es mía propia, sino que en todo me ayudó, poco más o poco menos, pero siempre significativamente, Hernán Tenorio.



viernes, 29 de abril de 2011

Longonetto y su nuevo estilo.

Por Roberto Schmit; Periodista y Crítico literario.

Al leer por primera vez a Cortázar no pude evitar sentirme profundamente cautivado por sus personajes y las situaciones por las que se ven forzados a pasar, como por ejemplo “No se culpe a nadie”, cuento en el que un personaje no puede ponerse exitosamente un sweater de lana y cuyo desenlace me dejó, sin más, boquiabierto. Situaciones simples (¿A quién no le costó alguna vez ponerse un abrigado sweater? ¿Quién no se quedó nunca atrapado dentro de un sweater, intentando pasar la cabeza por la manga?) con desenlaces fuera de lo común. También recuerdo un cuento que me extrañó mucho por la simpleza con que es narrado: “Carta a una señorita en París”. El personaje se muda al departamento de una amiga que está viviendo en París, pero tiene un inconveniente: empieza a vomitar “conejitos” que terminan por destruir la casa.
Una sensación similar me acogió cuando emprendí la lectura de Es preciso votar (Perros editores, 2011), el nuevo libro de cuentos de Ricardo Longonetto. Debo admitir que su novela Ataque sin prisa (Perros editores, 2007) no me resultó muy atractiva, es más, me pareció un cliché: muy a grandes rasgos trata de un personaje que no tiene dinero para pagar la operación de su hija y debe salir a robar un banco. Sin embargo, los cuentos que comprenden Es preciso votar no tienen desperdicio. El cuento que le da el nombre al libro es, tal vez, el más convencional, el menos desquiciado (pero no por esto el menos valioso): una sociedad secreta que planea un ataque a un objetivo que, por razones de seguridad nunca se revela durante el relato, se queda repentinamente sin jefe cuando éste muere en un misterioso accidente en su propia casa. El cuento narra todas las peripecias de los integrantes, quienes, mientras se acerca el momento de dar el gran golpe, deben decidir quién será el nuevo jefe. Entre sospechas de motines, de delación o de desertación, transcurre este intrigante cuento. Otros cuentos como “La gárgara” o “El relato inestable” son menos complejos en cuanto a la trama, pero son todavía más originales. Se ve en cuentos como estos que el autor encontró su estilo, con una redacción sin ningún tipo de error, con ideas muy valiosas que sabe aprovechar hasta las últimas consecuencias. “El relato inestable” comienza con un misterioso movimiento de la tierra en Buenos Aires. Se cree que puede ser un terremoto, pero todos saben que no es zona de movimiento de placas. Este movimiento empieza a marcar la inestabilidad del relato, como su nombre lo indica. El personaje, que busca la causa de este fenómeno inexplicable encuentra como por casualidad a la única persona que no sintió el sismo: al autor del relato. “La gárgara” también trata de un personaje particular: una mujer que, a sus sesenta años, durante una visita a su dentista, se entera que no sabe cómo hacer gárgaras. El cuento, narrado en primera persona, nos hace sentir incluso lástima de esta pobre mujer que carece del conocimiento para hacer algo tan poco imprescindible como son las gárgaras. Los otros cuentos que componen este libro tienen el mismo aire de simpleza en las narraciones, pero de dislocación en las tramas que hacen que resulte imposible dejar el libro antes de haber llegado al punto final del último de los cuentos.

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