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Todo lo que hay en este blog es literatura. Puede ser interpretada como se quiera, por ende y todo lo que se diga al respecto será respetable y respetado. Es por eso que pido a los lectores y visitantes de este blog que comenten; lo que les parezca, "su opinión nos interesa".



Además me gustaría aclarar que toda la producción publicada en este blog no es mía propia, sino que en todo me ayudó, poco más o poco menos, pero siempre significativamente, Hernán Tenorio.



lunes, 9 de febrero de 2015

Mantra. Rodrigo Fresán

Imposible catalogar, definir al libro Mantra, de Rodrigo Fresán. Es extraño, incompleto, inconexo, fragmentario, extenso. ¿Es una novela? ¿Son muchas? ¿Son innumerables cuentitos de diferente extensión, que comparten ciertos rasgos? ¿Son sueños? ¿Son divagaciones literarias, metafísicas, reflexiones sin sentido, ironías, chistes, juegos de palabras, o alguna otra cosa?

                Lo que permanece, pervive, en la mayoría de los “fragmentos” de este libro es:
-Un narrador tumoral, alucinógeno, obsesivo, muerto, habitante de Mictlán, el inframundo mexicano, quien observa por un televisor marca Sonby desde su infierno personal (acompañado por Joan Vollmer, quien en vida fuera mujer de William Burroughs) escenas que transcurren en Tenochtitlán (a.k.a.)[*] México D.F. (a.k.a) Ciudad de México (a.k.a.) Distrito Federal (a.k.a) D.F. (a.k.a.) Nueva Tenochtitlán del Temblor.
-Una familia: la todopoderosa familia Mantra, del D.F., dueños del imperio de cine y televisión MantraVisión, productores de innumerables y exitosas telenovelas mexicanas; sus principales miembros son Lupita Delmar y Carlos Carlos, padres de Martín Mantra, un joven prodigio cinematográfico devenido guerrillero armado sin más sentido que el de lograr la película total, que abarcara absolutamente todo, denominada Mundo Mantra; Martina Mantra, nadie habla de ella. No existe. Nunca existió; Max Mantra, el abuelo de Martín Mantra, fundador de la dinastía, mafioso, conservador, orgulloso, presunto asesino de Kennedy; Mamabuela Mantra, la mujer de Max; María-Marie, prima de Martín Mantra; Jesús Nazareno y de Todos los Santos Mártires en la Tierra Fernández (a.k.a.) Black Hole (a.k.a.) Mano Muerta, ex luchador enmascarado, existencialista y cineasta, no forma parte de la familia, pero es empleado por Max Mantra luego de sufrir una lesión y no poder continuar con su pasión: la lucha libre.
-Una remitente, una segunda persona, María-Marie Mantra, semi amnésica, mitad mexicana mitad francesa, quien fuera pareja en vida del narrador, perteneciente a la familia Mantra (aunque no lo recordara, y sus filiaciones fueran cuestionables).
-La ciudad de México, obviamente. Una ciudad descolocada, en la que transcurren episodios  inconcebibles y muchas veces verdaderos (o basados en historias reales).

La “novela” está separada en tres partes: antes, durante y después, las tres muy diversas entre sí.
“Antes: El amigo mexicano” nos cuenta cómo el narrador conoció a Martín Mantra, personaje extraño e interesante, y cómo terminó recayendo en México D. F.
“Después: El temblor”, es una especie de distopía, siguiendo la estructura de Pedro Páramo de Juan Rulfo, sobre un robot que se dirige a Nueva Tenochtitlán del temblor  (nueva denominación de la Ciudad de México) a buscar a su padre, Martín Mantra, y nos cuenta qué pasó luego de la muerte del narrador durante un infinito y épico temblor que azotó México D.F. y cuya onda expansiva destruyó al mundo entero.
“Durante: El muerto de los días” (título que juega con ese día tan mexicano: el día de los muertos) es la sección más extensa por mucho y es la más interesante. En ella, el narrador, tumoral, alucinógeno y muerto, nos cuenta cómo desde el infierno mexicano en el que recayó por haber muerto en México D.F. observa al mundo desde un televisor atemporal y caótico que nunca deja de transmitir, una especie de Aleph menos borgeano, más mexicano tal vez (“Desde aquí, desde la pantalla de mi televisor, puedo verlo todo con perfecta claridad (…) Lo veo desde varios ángulos al mismo tiempo, como si se tratara de una jugada perfecta y definitoria en la final de algún campeonato mundial de lo que sea, de lo que más te guste”.) Lo que en él se ve es lo que el narrador nos cuenta. Creo que puede trazarse cierta relación entre el título del libro Mantra, y la palabra francesa Montrer, que significa mostrar; de hecho, en un momento el narrador se pregunta si el apellido Mantra no vendrá del francés Montreaux, sugiriéndonos esta filiación francesa del título del libro. La particularidad de estos fragmentos que se nos muestran es que están ordenados alfabéticamente. Así, el primer fragmento de esta sección se titula “ABAJO (inframundo)” y el último “ZONA (crepuscular)”. Este ordenamiento y esta fragmentación los explica en el fragmento titulado “NOTAS (al pie)”:
Mientras tanto, durante los primeros días de nuestra muerte, la vida se nos va desdibujando y perdiendo un sentido lógico de la narración. Sólo nos quedan fragmentos, párrafos, detalles ampliados hasta perder todo sentido o reducidos hasta volverse invisibles. Los instantes se ordenan alfabéticamente en el Lenguaje Internacional de los Muertos, en una especie de riguroso esperanto de rigor mortis (…).
 Antes, en el fragmento denominado “CUT-UP (de Burroughs)”  aparecía el Cut-Up como el procedimiento que rige al Lenguaje Internacional de los muertos, y a este libro:
El Cut-Up como nuevo lenguaje donde todo aparece fragmentado, donde las historias empiezan por donde terminan y no respetan el orden cronológico de los acontecimientos, lo importante es poner todo por escrito, rápido, antes de que desaparezca o se olvide. Someter cada instante al mayor número posible de variaciones, cada una de ellas presentada de un modo que sea interesante y, al mismo tiempo, justificable. Alterar el modo en que se lee, en que se ve una película, en que se piensa. (…) No será sencillo eliminar la potencia enunciativa de ciertas oraciones –funcionando una al lado de otra- para desactivarlas y convertirlas en puro sonido, en música de acompañamiento para otro paisaje.

Mantra es un libro sobre una ciudad, llamada Tenochtitlán, o México D. F., pero que podría ser cualquier otra. Cualquier ciudad que, como México, estuviera fragmentada, narrada por fragmentos  regidos por el Cut-Up, cuya temporalidad es la del Ti-Mex, esa variación mexicana del tiempo en el que la cronología no va nunca desde un sitio al otro sino que tiene un desplazamiento circular, ilógico, atemporal. Es un libro fantasmagóricamente mexicaniforme, que te muestra fragmentos inconexos. Al igual que pasa con el clásico mexicano Pedro Páramo, de Rulfo, al leer este libro resulta difícil, casi imposible, establecer una cronología. Depende del lector hacerlo, o no. Ordenar los fragmentos como le parezca para entenderlo como pueda ser entendido. O no hacerlo y perderse en el tiempo mexicano, en Tenochtitlán (a.k.a.) México D.F. (a.k.a) Ciudad de México (a.k.a.) Distrito Federal (a.k.a) D.F.





[*] A.k.a.= Also known as= También conocido como.

2 comentarios:

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  2. Muy buena reseña!!! Me dieron ganas de leer el libro de Fresán. Abrazo!!!

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