Por la ventana de adelante se ve la calle, de tierra. Por la de atrás se ve la pampa, inmensa; algunos árboles, muy a lo lejos, y los kilómetros y kilómetros de alambrado. Pero por la de adelante se ve el camino y, unas cuadras para allá se ven otras casas, se ve el almacén y, si se mira con atención se pueden distinguir, a lo lejos, la comisaría y la escuela, muy parecidas, una al lado de la otra. A la mañana los alumnos izan la bandera y ya queda arriba durante todo el día; a la noche el comisario la baja y la guarda en la escuela. Pero eso se ve prestando mucha atención, nomás; si se mira atento a lo lejos. A veces, cuando me levanto temprano empiezo con esta actividad de mirar atento para ver la escuela y puedo ver a los alumnos, que no serán más de veinte. Si ese día estoy muy atento, incluso puedo distinguir a los hermanos que vienen desde el fondo de la pampa, caminando. Desde muy lejos. Si me levantara muy temprano y mirara por la ventana de atrás, vería de frente su silueta, agrandándose cada vez más, volviéndose cada vez más nítidas, acercándose, desapareciendo por el marco izquierdo de la ventana y, si en ese instante, sin apuro, quisiera ir a la ventana de adelante, por la que se ve el camino, vería aparecer a los hermanos, de espaldas, tomando el camino, alejándose; sus siluetas se volverían cada vez más difusas, se achicarían conforme se fueran acercando al mástil de la escuela, o de la comisaría.
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