El perro lo miraba y se ponía panza arriba. Evidentemente, algo le funcionaba mal. No conocía lo suficiente la mecánica canina como para arreglarlo. No sabía qué hacer. Cuando el bicho se acercaba, se ponía panza arriba y él, por las dudas, lo acariciaba.
En una de esas, el perro se puso panza arriba, y él lo acarició como siempre. El perro empezó a mover la pata izquierda, como es habitual cuando a un perro se le rasca la panza. Se ve que el intenso movimiento terminó de aflojar un tornillo situado al lado de la pata izquierda y el animal empezó a hacer un ruido extraño...
“Tendría que haberlo intentado arreglar”. Pensó, mientras barría el enchastre de pelos que había quedado de la explosión.
sos un capón,
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